La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, considera que Brasil pasa por etapa de transición con una serie de ajustes para adaptarse a la crisis internacional.Aseguró que próximo año habrá una recuperación del 4%
"La crisis internacional provocó una ralentización de la economía brasileña en 2011. Hemos tenido que adoptar medidas estructurales como la reducción de los tipos de interés", lo que ha supuesto "cambios de rentabilidad", señaló Rousseff en una entrevista publicada hoy por el diario francés "Le Monde", con motivo de su visita oficial de dos días en Francia, que concluyó ayer.
Con la caída de la rentabilidad del capital -argumentó-, "el aumento de la inversión productiva todavía no compensa la baja de las inversiones financieras" y además "la devaluación artificial de las monedas de los países desarrollados" revalorizó el real brasileño y "ha sido perjudicial" para Brasil.
Según los cálculos de su Gobierno, la economía brasileña crecerá este año en torno al 1 %.
Frente a esa situación, insistió en su voluntad de "remontar los obstáculos al crecimiento con la reducción de cargas salariales, la expansión del crédito (sin burbujas), la devaluación de la moneda".
Señaló su objetivo de mejorar la competitividad porque aunque "no es un fin en sí", es condición para "un crecimiento acelerado capaz de continuar con la inclusión social y la ampliación del mercado.
A ese respecto, comentó que "la dimensión de nuestro mercado, las oportunidades en infraestructuras y la fuerza de nuestra industria explican que Brasil se haya convertido en uno de los principales destinos de la inversión extranjera", con 66.000 millones de euros el pasado año y 63.000 en los nueve primeros meses de 2012.
De su visita a Francia, la presidenta brasileña comentó los retos a los que se enfrenta Europa y dijo que aunque "el euro es una baza estratégica", eso "no dispensa de orientarse hacia los países emergentes, sobre todo los BRICS" (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que son los que tiran de la economía global.
Afirmó que los BRICS "es la construcción de una voluntad política común" pese a las diferencias entre sus países, que en cualquier caso "han elevado el nivel de vida de sus sociedades y tienen la ambición de convertirse en países desarrollados".
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